Cumpleaños, zapatos y vida emocionante

Hace unos días el blog cumplió dos años. El día 19 para ser exactos. También he cumplido un año (y dos meses) como autónoma/emprendoraloca. He visto la serie de Girls al completo y todavía sigo alucinada. Me he cortado el pelo dos veces, sin estridencias. He engordado tres kilos. Pero con toda la razón del mundo, vaya, porque últimamente hago de las comidas una fiesta… y no me importa nada, la verdad. En fin,… esto es lo más interesante que he hecho últimamente. Bueno, y pintar zapatos, claro. Muuuchos zapatos.

Y es que verás, llevo unos meses un poco “deprimiilla”, como yo digo. Por eso lo de escribir lo dejé un poco aparcado, porque quieras o no, la tristeza traspasa las palabras. Se puede estar happy flower de vez en cuando, pero no todas las semanas. Como dije hace no mucho, soy lenta asimilando, o demasiado bruta y al final una tiene que parar y hacerse mirar… Una muerte que todavía me cuesta asimilar, un divorcio que todavía me cuesta asimilar, una mudanza que es un gran paso y el primer año de autónoma loca. Todo junto y bien revuelto me ha pasado factura y me ha dejado como las maracas de Machín. He pasado por varias etapas: desde llorar por las esquinas (de mi casa, claro, porque salir, poco, poco), hasta celebrar la cosa más tonta, como por ejemplo, renovar el pasaporte y creerte Amélie en el fotomatón.

Aunque ya puedo decir que estoy más centrada. El ibuprofeno y yo nos hemos hecho muy amigos. Vuelvo a escribir (este es el quinto intento) y todo vuelve a su cauce. O por lo menos yo vuelvo a mi cauce. Más cínica, más seria y menos yo (la de antes) de lo que me gustaría, pero así es la vida. Estos meses han sido como un “Insideout” pero a los 30. Ay que ver, tenemos que aprender hasta para “dejar ir”. Hace poco me decía una amiga, a la que también últimamente la vida le ha dado varias vueltas de campana: “Yo que pensaba que no podía cambiar más, y JA!” (Y lo que nos queda, Laura, lo que nos queda).

Pero a pesar de todo, tengo mis zapatos. Esta aventura que empezó de forma casi fortutita y que se ha convertido en el motor de todo. Lo dije hace poco en un arrebato de sinceridad blandengue. Sí, esta aventura loca se ha convertido en lo que me hace levantarme cada día. Y aunque por una parte todo vaya como el culo, por este, por el mundo de los zapatos, no podría estar más contenta. ¡Estamos creciendo! Con mucho ahínco, eso sí, (no me gusta la palabra sacrificio, me da grima).

Por eso este post, además de para contar porqué he estado calladita, es para contar todo lo que hemos cambiado en todo este tiempo, de crafter a miniempresa:

– Comencé con cajas de cartón blancas, con papel de seda de colores y washitape, (manualidades varias). Después por cajas de madera que eran lo más engorrosas de pintar, lijar, escribir y enviar. Y por fin, nuestras cajas, con el logo en dorado, nuestro lazo y la pegatina de los zapatitos everywhere. Una caja libro, mucho más especial, con una historia dentro.

– Ay! El modo de hacer las cosas, eso sí que ha cambiado. De organizar los pedidos en post-it en mi muro a tener Trello y dos agendas simultáneas: el google calendar y la de las pegatinas molonas de Mr. Wonderful. (Aun así, no logro controlar todos los detalles).

– También pasamos de que conocieran los zapatos Novio, mi vecina y Eli, (que fue la que me dió el empujón), a salir en revistas importantes como Elle, Harper Baazar, Telva y unas cuantas preciosidades más. (Todavía no hemos llegado a Vogue, pero poco a poco). Aún así, sigo trabajando con mi bata de estrellas.

– Que los zapatos lleguen a Maryland, Moscú, Ciudad de México, Irlanda o Pozoblanco. Eso sí que me ha hecho saltar de ilusión más de una vez.

– Empezar con 70 zapatos y tener la casa inundada de cajas, con unos pocos cientos, y además, de diferentes colores. (Algún día te enseñaré la parte no Pinterest de mi palacio).

– Haber creado mi primer zapato de tacón. Y además, estar tan contenta con el resultado que me da una pena enorme cada vez que envío un par a su nuevo hogar.  Son como mis niños problemáticos.

– Mis moodboard… ohhhhhh! Ese ha sido un cambio bonito, sí. Siempre he tenido un “Cuaderno de campo”. Ese cuaderno roñoso que todos los artistas y mentes inquietas llevan en la mochila y que garabatean en cualquier lugar y circunstancia. He pasado de eso, a hacer moodboard enormes de ideas. El cuaderno todavía lo llevo, pero ahora es rosa no negro (me he vuelto yo muy cuqui) y generalmente escribo listas. (Un aburrimiento, vamos)

– Tener un gestor de correo profesional, por ejemplo, es otro gran paso. Aunque me da unos sustos de la leche, porque me cuesta controlarlo bastante. Soy así de monguer.

Hay unas cuantas cosas más, pero lo fundamental, lo que más me gusta, es esto, contar tus historias y las mías. Eso no ha cambiado. Y no cambiará, por mucho que me cueste hablar a veces.

p.d. Otro día contaré lo que he aprendido a base de tortas (algunas muy grandes) sobre esto de emprender. (No es oro todo lo que reluce)