Echo de menos escribir

Echo de menos escribir. Mucho. La falta de tiempo hace que mi mente se ponga a hablar sola, a bloguear, mientras conduzco o friego los platos, dos de los momentos en los que más ideas e inspiración me vienen a la cabeza. (La mente es muy lista). “¿Y por qué no blogueas por la noche como la gente normal?”. Pues porque hasta mis noches están ya planificadas y también hay que saber parar. (Y relajarse). Sobre todo para que a mi pelo no se le vaya el poco brillo que le queda. 

El caso es que mientras fregaba los platos esta mañana me he puesto a pensar en una cosa que me preguntaron el otro día: “Anda, ¿pero vives en Madrid?”. Uhmmmm… Ya me han hecho bastantes veces esa pregunta y al principio, claro, me extrañaba, porque vivo aquí desde hace un montón, como se aprecia en mi acento andaluz «suavizado». Pero después he pensado que quizás, como estoy “tooodo” el rato hablando de mi pueblo en el blog, doy a entender que vivo allí. No, soy madrileña de adopción. “Pozoblanco es mi pueblo y Madrid es mi ciudad”. Y me gusta mucho. Bueno, hemos pasado por varias etapas de amor y odio, pero ahora nos llevamos bien, nos gustamos.  

Me gusta sobre todo mi barrio. En el pueblo se creen que aquí nadie se habla, ni se visita, ni le dices a nadie por la calle: “Ehhh!, ¡Buenos días! ¡¿Cómo vamos?!” Pero no es verdad. Quizás lo de gritar de acera a acera, no se haga, pero tenemos vida social común y corriente. Me saludo con mis vecinos, sobre todo con la del cuarto, una mujer mayor que a la pobre le cuesta muchísimo subir las escaleras (no tenemos ascensor). La de la tienda de debajo de casa de vez en cuando me cuenta su vida y yo a ella la mía. Aunque lo de la tienda online todavía no lo ha entendido. Y el de la tienda de la esquina me informa de cómo está el tiempo cada vez que paso, más majo.

Tengo incluso mis “amiguillas” del parque, un grupo de abuelitas que me reñían casi todos los días por ir sola al parque por las mañanas temprano. “Que hay mucho maleante detrás de los arbustos, niña. Ten cuidado”. Y después me contaban lo último que le había dicho el médico. Más graciosas… hace mucho que nos las veo… Van a andar todas juntas, las ocho, y todas en paralelo, como si estuvieran desfilando, y tú tienes que pasar por medio o hacer un adelantamiento a lo Fernando Alonso. Pero ese es su sistema para quedarse con la “copla” de todo. Se saben las horas de todos los corredores. (No saben ná ellas!). También tengo cerca una de las mejores panaderías de Madrid, y eso para mí es un punto positivo grande. Tengo aparcamiento gratis. Escucho a los pajaritos y puedo ver la sierra, no desde mi ventana pero casi. Mi barrio es perfecto. Bueno, Madrid es perfecta, aunque algunas veces me ponga de los nervios, sobre todo cuando tienes que hacer cola para hacer cualquier cosa. Pero los paseos por el centro, las galerías y los museos, la variedad de gente, la de árboles que hay por todas partes, y la luz tan bonita que tiene lo compensa.

Así que sí, vivo en Madrid y me gusta. Tengo suerte, cuando me canso del pueblo me vengo corriendo aquí y al revés. Lo tengo todo.

Y todo eso es lo que he estado dilucidando mientras estaba con el nana’s. He roto el planning de hoy porque no me tocaba escribir hasta mañana, el post de la tesis, pero me ha ayudado contar esta parrafada y ahora estoy más relajadita. Que esto de la nueva colección me tiene un pelín “agobiailla”.

¡Que tengáis un buen miércoles!