Living la vida freelance

Hoy tenía preparado un post de esos de “uy que bien me siento”. Sobre esos días en los que te sientes una superwoman porque todas las miles de zarandajas que van surgiendo al cabo del día las vas solucionando como por arte de magia. Ese momento en el que te dices a ti misma: “Joe, pues parece que no lo estás haciendo tan mal oye. Me siento casi, casi poderosa”… Bueno, pues esto fue hace dos semanas y me duró unas cuatro horas aproximadamente. A partir de ahí, volvió el caos. Nada sale como te lo esperas, la campaña de Navidad parece de chinchinabo, los días parecen un guateque de cagadas y yo, pues ahí voy, como un barquito a la deriva, con mi bata de corazones y mi tendinitis en aumento. 

Y entonces pienso: “¿Cómo narices será la vida de la del tiempo de la 1? Sí, sí, la de la tele, la que presenta el tiempo. ¿Cómo carajo se organizará para encima tener un pelo tan brillante? ¿Se desquiciará diariamente como yo? Es que verás, yo admiro mucho (muchísimo) a esa mujer. Para mi padre ver el tiempo de la 1 es como un ritual, no se pierde ni uno desde tiempos inmemoriales, desde cuando estaba el hombre de las chapetas coloradas. Un día estando por allí por el pueblo descubrí a Mónica López y me encantó cómo explicaba los cambios de las isobaras. Le gusta tanto lo que hace y lo explica tan, tan bien, que sólo le queda arrullar a las nubecitas y cantarle una nana. Y desde entonces me engaché y no me la pierdo. Aunque el tiempo la verdad es que me importa bien poco, porque total, tampoco es que yo aquí, sentada en mi silla del Ikea, note mucho si nieva o arremete el solaco.

Pues eso, que cada vez que estoy un poco desquiciada/abatida/que me va a dar un yuyu, pienso en ella, en cómo solucionará ella su día a día y me relajo (o lo intento). Porque ella sí que tiene un trabajo complicado. Y además tiene niños, que eso ya tiene que ser la repanocha de la vida, vamos. Y sin embargo ahí está, todas las noches con su pelo brillante, su sonrisa y sus ganas.

 Y entonces respiro, me doy una vuelta por el piso, o friego los platos (porque hasta eso se ha convertido en relax). O de repente leo esto y me pego una llorera del carajo con la que se me pasan todos los males y me pongo a pensar en positivo.

Porque en eso sí que me conozco bien, seré una kamikaze, pero una kamikaze positiva. Y eso ayuda bastante la mayoría de las veces. Como en este momento por ejemplo, a unas horas de cumplir los 31 y sin la mitad de las cosas que me había propuesto en la vida por hacer. Pero ¡eh!, una sonrisa, un helado y a seguir… «Que no lo estás haciendo tan mal, nena»

Eso sí, menos mal que no salgo en la tele porque eso sí que sería un cuadro.