Un viaje que empieza en las nubes

 

Es inevitable no sentirme identificada con algunas de las historias que me llegan. En este caso, no es que fuera inevitable es que sentía que estaba haciendo los zapatos para mis propias tías, que también nos llevaban a todos los primos de viaje. Una jauría de niños salvajes en la ciudad, educados eso sí, pero con un tono de de voz bastante alto, un apetito estupendo a todas horas (montañas de comida, no exagero), bastante cabenzoncetes la mayoría, pero que al final nos quedábamos dormidos tranquilamente unos encima de otros. Y todo eso ellas solas, todos los veranos. Cuando Emma me contaba como era su tía recordaba lo que nos decía mi madre: «Quieres hacer lo que te dé la gana, ¡pues estudia mucho como la tita!». (Ahora lo pienso y me río) Pero esta no es mi historia, es la de ella, y que mejor que nos la cuente con sus propias palabras. Emma, un lujazo tenerte aquí. 

 

No es fácil buscar un regalo a la altura de un viaje que empieza en las nubes. Concretamente en un avión destino Madeira.

Mi tía nos llevaba a once sobrinos de viaje a una isla maravillosa, sabemos que antes de decidir el destino miro miles de sitios, le dio muchas vueltas y estudio todo al detalle. Y nosotros queríamos de alguna forma regalarle algo especial, porque su viaje no era nada convencional ni ella tampoco.

Nos juntamos los mayores de cada familia para pensar algo, sabiendo que ella se lo merecía todo. Sabíamos que todo no podíamos regalárselo así que intentamos buscar lo más parecido a todo que hubiera. A ella le apasiona viajar, todos los años hace un viaje largo a un destino maravillo y desde hace unos años, hace otro con sus sobrinos. Empezó llevándonos a las tres mayores y verano tras verano, se fueron incorporando  el resto de los primos.  Y ya vamos once… Son unos días extraordinarios, llenos de planes, risas, y muchas, muchas fotos.

Una de las cosas más divertidas fue sonsacarle sus lugares favoritos. Así que nos aliamos entre todos y le fuimos preguntando discretamente (con toda la discreción que cabe esperar de once personas preguntándote un día cualquiera sobre algo tan concreto). Le costó elegir, siempre respondía que cada lugar tenía su encanto y que lo mejor era no elegir e ir visitándolos todos, pero nos dijo que Irán  era uno de los destinos que más le habían gustado, también le sonsacamos que tenía muchas ganas de ir a Madagascar (que es el único de los dibujos del zapato donde todavía no ha estado, pero que visitara pronto seguro, por las ganas que tiene y porque además de estar en su cabeza ahora está también  a sus pies).

Hicimos memorias y recordamos las fotos que nos había enseñado de un viaje en globo y otro en avioneta.

Pero no todo son viajes, a ella también le gustan mucho las flores, y elegimos las que veíamos crecer todas las primaveras en “El Prao del Abuelo” las calas y las rosas.

Ella con sus viajes, pone el mundo a nuestros pies, y nosotros quisimos demostrárselo con unos zapatos, que son a la vez, una metáfora.

Pensamos en unos zapatos  porque ella deja huella en nuestras vidas y solo se nos ocurrió decírselo así, con otra huella.

Emma Baizan.

p.d. La foto es de Daniel O’Dowd.